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Actualidad Educativa

jueves, 16 de mayo de 2013

Andanzas de un vestido negro


Crónica de la exposición Nuestros vecinos verdes en Canadá

Luisa Montes




Había estado guardado cuatro años en un clóset en Cuernavaca, Morelos, después, tuvo que pasar otros seis días guardado en un armario en Montreal, Canadá, sin saber aún lo que le aguardaba; tales son los gajes de ser un vestido negro.

El 25 de abril de 2013, a eso de las 18:30 horas, confundido corrió por los pasillos de un edificio histórico que antes de ser Dawson College fue la Casa Madre de la Congregación de Notre Dame, ubicado en el corazón de Montreal; subió por largas escalinatas y atravesó aulas y oficinas; de pronto, al fondo del corredor, la música fue la señal de que la magia había comenzado.






Al ingresar al amplio y hospitalario salón, pudo verlos, allí estaban ellos, Nuestros vecinos verdes, luciendo sus mejores galas y ocupando el lugar de honor. La concurrencia se acercaba a reconocer sus formas, a admirar sus colores, evocar recuerdos e imaginar espacios lejanos que esa noche representaban la unidad de dos culturas por un interés común: celebrar el Día de la Tierra, valorar la importancia de su cuidado y preservación, reconocernos como habitantes de una misma casa que no sólo simbólicamente nos convierte en hermanos.

El vestido negro se sintió bienvenido y, gracias a las costuras que delimitan sus rostros anverso y reverso, pudo deleitarse con el espectáculo de dos escenarios simultáneos. En uno de ellos, se compartían canciones, discursos, logros, proyectos y mensajes de paz. En el otro, se multiplicaban las invitaciones para hacer huéspedes a Nuestros vecinos verdes a cambio de una transacción monetaria cuyo valía está por supuesto muy lejos del valor material; en realidad esta subasta fue tan sólo un pretexto para expresar solidaridad, apoyo y compañía para las aspiraciones de sustentabilidad que la Normal Benito Juárez alberga en sus anhelos, todas las invitaciones fueron aceptadas con agradecimiento y humildad.




Al terminar la noche, el vestido negro fue cuidadosamente doblado y guardado otra vez. Su destino era volver al guardarropa y esperar, no se sabe por cuánto tiempo más, no se sabe si esperará por siempre otra ocasión especial. En cambio ellos, Nuestros vecinos verdes, estaban predestinados a vivir en otras tierras, con otra gente, para ser un recordatorio de que es posible cambiar al mundo.

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